Fernando Moreno

El caso de alguien que es un “caso” y algo más

Don Milton Juica, que oficia hasta hoy de presidente de la Corte Suprema de Justicia, se ha visto enfrentado a la denuncia crítica de variados ámbitos de la vida social y política chilena y, especialmente, de miembros del actual gobierno, de partidos políticos y, sobre todo, de victimizados por una práctica supuestamente legalizada y, de hecho, delictualmente implementada (si no promovida) por sus agentes “legales”, en beneficio de delincuentes criminales y aún asesinos.

Por: Fernando Moreno | Publicado: Miércoles 23 de noviembre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Fernando Moreno

Don Milton Juica, que oficia hasta hoy de presidente de la Corte Suprema de Justicia, se ha visto enfrentado a la denuncia crítica de variados ámbitos de la vida social y política chilena y, especialmente, de miembros del actual gobierno, de partidos políticos y, sobre todo, de victimizados por una práctica supuestamente legalizada y, de hecho, delictualmente implementada (si no promovida) por sus agentes “legales”, en beneficio de delincuentes criminales y aún asesinos.

Pero el ministro Juica aduce juicios que, lejos de justificar su ya probadamente tenebrosa agencialidad “legal” (?), evidentemente delatan, y aún agravan su “causa”, anulan su manifiesta impropia justificación.

Pero, ¿qué reivindica el “capo” del actual Poder Judicial “chilensis”? Simplemente, la radical independencia del Poder Judicial; al extremo de confundir la clásica “división del Poder” (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) (Locke, Montesquieu), con una verdadera separación entre los Poderes del Estado. Pero, más profundamente atentatorio es su radical positivismo que le permite justificar cualquier juicio (de parte de sus subordinados) aduciendo a la mera competencia legal de los jueces (y juicios), invocando “leyes” y procesos en radical independencia (o relevancia) de la ley natural, del sentido común y la justicia.

De ahí que “solamente doce de los 1.713 detenidos en siete meses de “protestas están presos”; o que los fiscales “archiven” 67.000) investigaciones por falta de antecedentes.Lo que, lejos de justificar el mal y la actual perversión, los agrava; amplía y profundiza su “dinámica” criminal. Una cierta tolerancia está en cuestión aquí.

La tolerancia, en cuanto es una virtud, supone el bien; el bien que es su principio y su norma. De ahí que dado que el mal es lo que más abunda en la vida humana, la impropia (y aún criminal) tolerancia es también una tentación; una tentación que nos acecha y diversa y más o menos se concreta. Y esto, considerando que allí donde el bien es arduo, el mal es fácil.

Sin embargo, ex abundantia, al límite de lo criminal, es la intolerancia criminal la que opera en el Chile de hoy. La cual se sitúa entre la estupidez y la ideología. O, mejor dicho, entre la agresividad ideológica inherente al marxismo y la tibieza estúpida de un democratismo “tolerante” de implícita inspiración “Borbónica”: “Dejar hacer, dejar pasar: el diluvio después de mí …” (Luis XVI).

¡Pero cuidado!: los contrarios son del mismo género ¿Y qué vendrá después? Los “indicadores” recientes sobre abundan en información; la que, si bien en cierto modo nos acosa, también advierte. Y ojalá debiera hacernos tomar consciencia de nuestra debida, práctica y concreta responsabilidad; propiamente ciudadana. Y esto, en primer lugar, en relación a los agentes directa y principalmente responsables del Bien Común y los tres Poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Lo cual no excluye la indispensable y activa responsabilidad ciudadana; más allá, y por sobre “marchas”, “manifestaciones” o “tomas”, operados por la “energía” anarco -marxo -comunista hoy dominante en Chile. (Vallejo, Gutiérrez; Tellier,Gajardo).

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